
Era de noche, cansados volvíamos de nuestra incursión, nuestras rojas armaduras pesaban más de la cuenta por el cansancio y las almas que nos llevamos con nosotros esa noche. Las fundas de nuestros sables aun bañadas en sangre manchaban el piso de cemento mientras esperábamos a que uno de nuestros compañeros abriera la reja frontal…
El mundo había cambiado y nosotros con el, solo los débiles temen al cambio y el temor en esta época de magia y guerra significa la muerte. De un día para otro todo se termino, nuestra forma de vida y nuestras expectativas que nos mantenían tranquilos mientras dormíamos esperando seguir la rutina al día siguiente…tomar un buen desayuno, tomar una micro, el metro y luego trabajar para llevar el pan a la casa y jugar un momento con tus hijos antes de rendirte ante una almohada o ante los brazos de tu mujer. Un día las armas dejaron de disparar, las calles se apagaron y las esperanzas también, la oscuridad reino durante cien semanas solo para dar paso a que el cielo se abriera para dejar pasar los espíritus que algún día glorificamos, los cuales se alimentaron con la sangre y almas de nuestros infantes y mujeres para luego torturar al resto de manera lenta e inhumana…
Fuimos pocos los que pudimos levantar antiguas armas forjadas bajo antiguas creencias y alzarnos contra ellos para hacerlos caer bajo el yugo de nuestros filos. Nos convertimos en Samuráis de sables relucientes y armaduras rojas como la sangre derramada después de las cien semanas. Dejamos nuestros pasados atrás para enfrentar un futuro incierto lleno de penurias y donde la magia supera al hombre común y donde las sombras engañan y roban nuestros sueños…nos convertimos en los Samuráis de la orden del Loto Rojo.
…La reja abrió ruidosamente en la oscura noche, que lentamente, comenzaba a crear una densa neblina para hacer dormir la tierra en paz, al igual como nosotros lo haríamos cuando llegáramos al refugio que nos esperaba calurosamente al final de la calle.
Cerramos la reja y rezamos una oración…ellos no podrían entrar por allí mientras nuestros corazones siguieran latiendo. Reímos y juramos una vez más permanecer juntos por siempre como una banda de hermanos unidos por la sangre y la gloria, desenvainamos nuestros sables y los limpiamos mientras caminábamos y recordábamos la batalla de la cual habíamos salido victoriosos…once espíritus de luna menguante, once era un número mágico, estábamos de suerte aquella noche…
Entramos al refugio que se mostraba acogedor entre la fría noche. Forrado de madera y escritos que recordaban a los caídos y a los que aun se erguían…un vapor se deslizaba por nuestros pies, las aguas termales estaban listas, esperando nuestros cansados cuerpos…Nos quitamos nuestros atuendos y desnudos nos encaminamos a las habitaciones donde se encontraban las piscinas de piedra…De improviso vimos llegar el segundo grupo del alza del Loto Rojo, era un grupo de mujeres que se dedicaban al asesinato silencioso y que se hacían llamar los labios del Pétalo. Nos miraron de manera fulminante quitaron nuestros baños y quedamos sentados mirando las puertas cerradas, al parecer no habían tenido una buena noche…no se podía ofender a una mujer, quedaban muy pocas y quedaban aun menos las que se dedicaban a la lucha campal y que hacían arder sus corazones al limite de la pasión…era mejor guardar compostura.
Nos quedamos mirando las caras, no podíamos hacer más que aceptarlo…tendríamos que volver a las barracas con los cuerpos cargados de sudor, sangre y cansancio…nuestras heridas no sanarían bien y mañana eso quizás nos pesaría tanto como la vida.
-Me rehúso…entrare y tomare lo que me pertenece, la victoria fue nuestra, no aceptare la desigualdad en nuestras filas-
Me levante y me encamine a la puerta hacia la que me dirigía antes de ese particular momento. Los demás me miraron llenos tristeza solo para después bajar la mirada y pasar a mi lado…solo uno me hablo…con los ojos en lagrimas tomo mi nuca y me dijo que moriría esa noche por la imprudencia que iba a cometer…que no podrían hacer las ceremonias correspondientes y por consecuencia mi alma vagaría por la tierra hasta ser devorada por nuestros enemigos. Si me permiten decirlo, más que una advertencia fue una sentencia apocalíptica…
Cuando todos salieron tome la cuerda de la puerta y tire suavemente de ella. Un delicado olor a perfume salio de la habitación relajando mis pulmones, la tibieza inundo mi cuerpo cansado y mis músculos se relajaron de manera instantánea, sentí el aire caliente y húmedo entrando por mi boca y nariz, llenando mis pulmones hasta atiborrarlos de seda…que hermosa sensación que solo una mirada fulminante puede destruir. Sus ojos me miraron como dos fieras enjauladas, llenas de furia pero a la vez hermosas en todo su esplendor. Yo la conocía…cuando éramos jóvenes tuvimos un romance fugaz que termino en confusión y que nunca se resolvió del todo…ya eran muchos años que no la había visto, la daba por muerta, pero ahora estaba parada frente a mi, tan hermosa como los años jóvenes pueden hacer hermosa a una mujer como ella.
No dijo palabra alguna, se saco sus atuendos y se sumergió lentamente en la piscina que había a mi lado, sin mover mis labios en todo ese momento decidí imitarla, entre en la misma piscina y me acomode a un costado…la cabeza me dio vueltas, sentí como mi cuerpo se hacia pesado como la roca, sentí que moriría, las aguas me habían jugado en contra, me había esforzado demasiado y ahora este relampagueante relajo corporal haría que mi corazón dejara de latir…pero algo me rescato y me volvió a la tierra…un pequeño beso de ella en mis labios me hizo despertar, se acurruco en mi hombro y comenzó a llorar a su amiga caída en la batalla de aquella noche.
Sin saberlo, ella me había salvado de mi estupidez y yo la había salvado de la daga de la tristeza…un momento hermoso para un cruel mundo que nos hace despertar con dolor cada mañana. Dormimos en paz…mañana seria otro día, tendríamos que partir al sur donde se movilizaban las tropas Nezumi, ratas de huesos malditos que venían a quemar nuestra tierra de asfalto.
El mundo había cambiado y nosotros con el, solo los débiles temen al cambio y el temor en esta época de magia y guerra significa la muerte. De un día para otro todo se termino, nuestra forma de vida y nuestras expectativas que nos mantenían tranquilos mientras dormíamos esperando seguir la rutina al día siguiente…tomar un buen desayuno, tomar una micro, el metro y luego trabajar para llevar el pan a la casa y jugar un momento con tus hijos antes de rendirte ante una almohada o ante los brazos de tu mujer. Un día las armas dejaron de disparar, las calles se apagaron y las esperanzas también, la oscuridad reino durante cien semanas solo para dar paso a que el cielo se abriera para dejar pasar los espíritus que algún día glorificamos, los cuales se alimentaron con la sangre y almas de nuestros infantes y mujeres para luego torturar al resto de manera lenta e inhumana…
Fuimos pocos los que pudimos levantar antiguas armas forjadas bajo antiguas creencias y alzarnos contra ellos para hacerlos caer bajo el yugo de nuestros filos. Nos convertimos en Samuráis de sables relucientes y armaduras rojas como la sangre derramada después de las cien semanas. Dejamos nuestros pasados atrás para enfrentar un futuro incierto lleno de penurias y donde la magia supera al hombre común y donde las sombras engañan y roban nuestros sueños…nos convertimos en los Samuráis de la orden del Loto Rojo.
…La reja abrió ruidosamente en la oscura noche, que lentamente, comenzaba a crear una densa neblina para hacer dormir la tierra en paz, al igual como nosotros lo haríamos cuando llegáramos al refugio que nos esperaba calurosamente al final de la calle.
Cerramos la reja y rezamos una oración…ellos no podrían entrar por allí mientras nuestros corazones siguieran latiendo. Reímos y juramos una vez más permanecer juntos por siempre como una banda de hermanos unidos por la sangre y la gloria, desenvainamos nuestros sables y los limpiamos mientras caminábamos y recordábamos la batalla de la cual habíamos salido victoriosos…once espíritus de luna menguante, once era un número mágico, estábamos de suerte aquella noche…
Entramos al refugio que se mostraba acogedor entre la fría noche. Forrado de madera y escritos que recordaban a los caídos y a los que aun se erguían…un vapor se deslizaba por nuestros pies, las aguas termales estaban listas, esperando nuestros cansados cuerpos…Nos quitamos nuestros atuendos y desnudos nos encaminamos a las habitaciones donde se encontraban las piscinas de piedra…De improviso vimos llegar el segundo grupo del alza del Loto Rojo, era un grupo de mujeres que se dedicaban al asesinato silencioso y que se hacían llamar los labios del Pétalo. Nos miraron de manera fulminante quitaron nuestros baños y quedamos sentados mirando las puertas cerradas, al parecer no habían tenido una buena noche…no se podía ofender a una mujer, quedaban muy pocas y quedaban aun menos las que se dedicaban a la lucha campal y que hacían arder sus corazones al limite de la pasión…era mejor guardar compostura.
Nos quedamos mirando las caras, no podíamos hacer más que aceptarlo…tendríamos que volver a las barracas con los cuerpos cargados de sudor, sangre y cansancio…nuestras heridas no sanarían bien y mañana eso quizás nos pesaría tanto como la vida.
-Me rehúso…entrare y tomare lo que me pertenece, la victoria fue nuestra, no aceptare la desigualdad en nuestras filas-
Me levante y me encamine a la puerta hacia la que me dirigía antes de ese particular momento. Los demás me miraron llenos tristeza solo para después bajar la mirada y pasar a mi lado…solo uno me hablo…con los ojos en lagrimas tomo mi nuca y me dijo que moriría esa noche por la imprudencia que iba a cometer…que no podrían hacer las ceremonias correspondientes y por consecuencia mi alma vagaría por la tierra hasta ser devorada por nuestros enemigos. Si me permiten decirlo, más que una advertencia fue una sentencia apocalíptica…
Cuando todos salieron tome la cuerda de la puerta y tire suavemente de ella. Un delicado olor a perfume salio de la habitación relajando mis pulmones, la tibieza inundo mi cuerpo cansado y mis músculos se relajaron de manera instantánea, sentí el aire caliente y húmedo entrando por mi boca y nariz, llenando mis pulmones hasta atiborrarlos de seda…que hermosa sensación que solo una mirada fulminante puede destruir. Sus ojos me miraron como dos fieras enjauladas, llenas de furia pero a la vez hermosas en todo su esplendor. Yo la conocía…cuando éramos jóvenes tuvimos un romance fugaz que termino en confusión y que nunca se resolvió del todo…ya eran muchos años que no la había visto, la daba por muerta, pero ahora estaba parada frente a mi, tan hermosa como los años jóvenes pueden hacer hermosa a una mujer como ella.
No dijo palabra alguna, se saco sus atuendos y se sumergió lentamente en la piscina que había a mi lado, sin mover mis labios en todo ese momento decidí imitarla, entre en la misma piscina y me acomode a un costado…la cabeza me dio vueltas, sentí como mi cuerpo se hacia pesado como la roca, sentí que moriría, las aguas me habían jugado en contra, me había esforzado demasiado y ahora este relampagueante relajo corporal haría que mi corazón dejara de latir…pero algo me rescato y me volvió a la tierra…un pequeño beso de ella en mis labios me hizo despertar, se acurruco en mi hombro y comenzó a llorar a su amiga caída en la batalla de aquella noche.
Sin saberlo, ella me había salvado de mi estupidez y yo la había salvado de la daga de la tristeza…un momento hermoso para un cruel mundo que nos hace despertar con dolor cada mañana. Dormimos en paz…mañana seria otro día, tendríamos que partir al sur donde se movilizaban las tropas Nezumi, ratas de huesos malditos que venían a quemar nuestra tierra de asfalto.